El sentimiento básico de seguridad (I)

En cierta ocasión, hace ya algunos años, conversando sobre el desarrollo de los caracteres expresaba mi interés a cerca de la conveniencia de cuidar más el desarrollo del carácter de nuestros hijos. Mi interlocutor mantenía la idea de que esta preocupación era irrelevante puesto que necesariamente desarrollarían uno u otro tipo de carácter. Cierto – fue mi respuesta – pero el asunto en el que yo estaba no era tanto favorecer el desarrollo de un tipo u otro de carácter, lo cual, ciertamente, es irrelevante y quizás poco posible, sino facilitar que el desarrollo del carácter, sea cual fuere, ocurra del modo más natural y saludable posible.

Y en ello persisto. Si la motivación de la que partimos generalmente para buscar afanosamente la salud, y algunos el crecimiento personal, es el cese de nuestro sufrimiento y, más adelante, la apertura de la conciencia y, más delante aún, el desarrollo de la espiritualidad como punto culminante en la obtención de Salud, el carácter es, precisamente, el principal obstáculo pero también nuestra principal herramienta. No parece, por tanto, mala idea el cuidarlo desde el principio. Es decir, ayudar a que nuestros hijos desarrollen SU carácter proporcionándoles los apoyos que ELLOS necesitan en cada momento.

Tengo la sensación de que la actitud más común ante el proceso que implica el desarrollo de la salud es algo así como que tenemos que “fabricárnosla”, con cierta tendencia a olvidarnos de que la palabra desarrollo se refiere a potenciar algo que ya existe en cada uno, porque si no existiese no podría existir. Es más, de que tenemos que conseguirla en algún sitio donde alguien nos la proporcionará, nos sanará. Nada más errado del blanco.

Es evidentemente cierto que hay determinados lugares donde se propician estos procesos y determinadas personas que ayudan a ello, pero en definitiva sólo se trata de encontrar lo que siempre ha estado en nosotros, en algún rincón oscuro de nuestra consciencia: nuestro propio origen. Si bien lo intuimos, nos resulta bastante desconocido, (y lo desconocido infunde cierto temor), aunque permanentemente se haya mantenido en el mismo sitio, en el núcleo de nuestro propio Ser. Ciertamente vamos a necesitar un guía, pero nadie nos lo va a proporcionar sin nuestro compromiso y esfuerzo personal, y es pérdida de tiempo y origen de sufrimiento buscarlo fuera de cada uno de nosotros. Otra cosa es que nos ayuden a hacer el camino exploradores que disponen de mapas porque conocen los territorios. Hacer el Camino depende de cada uno. Esta es la ineludible responsabilidad individual.

El proceso de maduración evolutiva de niño a adulto en nuestras actuales condiciones socioculturales conlleva, en mayor o menor medida, cierto oscurecimiento del contacto con nuestro núcleo espiritual y amoroso, con nuestro ser original, precisamente como consecuencia del inevitable desarrollo del carácter. Buscar la Salud es hacer un viaje de retorno hacía nuestro reencuentro a través del carácter, una acción tan inevitable como heroica que precisa de intención, voluntad y confianza, además de guías conocedores de algunas, excepcionalmente de todas, las etapas del Camino del Viaje.

Cuanto más sano es el desarrollo de nuestro carácter menos nos apartamos de nuestro núcleo amoroso y menos dificultades encontraremos para el camino, siempre y cuando no olvidemos que el carácter, por muy sano que parezca, mientras permanece anclado y condicionado por el inconsciente oscurece y distorsiona las percepciones de nuestra conciencia sobre nosotros mismos y sobre el mundo, precisamente por los puntos que por no ser conscientes son ciegos.

Para iniciar el Viaje ayuda saber que la pérdida de Confianza en la Vida y en nosotros mismos es la base sobre la que se desarrollan las distorsiones perceptivas sensoriales, emocionales e intelectuales del carácter (o de la neurosis, tanto da), y que éste sólo nos proporciona una fantasía de seguridad con la que suplir la pérdida de confianza. Y ayuda más conocer que la pérdida de confianza además de ser el origen es, también, un artefacto del desarrollo del carácter, una vivencia distorsionada y reactiva a nuestra dolorosa realidad infantil, una fantasía más en definitiva que refuerza neuróticamente la estructura defensiva caracterial. No hay nada que nos atemorice más que las fantasías de abandono, falta de apoyo y soledad, y el carácter viene a tapar estos “agujeros” por los que alguna vez en nuestras vidas tuvimos que pasar y quedamos maltrechos.

Hacer actos de confianza a partir de tener fe en la idea de que la vida es lo suficientemente sólida y segura como para sustentarnos, aunque nuestra percepción distorsionada no nos lo muestre así, es esencial para el Viaje. Ayuda a traspasar el miedo que podemos sentir ante la dolorosa sensación de vacío que queda al disolver las estructuras caracteriales por las que nos sentimos protegidos, a pesar de que, (o precisamente porque), realmente nos están alienando.

— Juanjo Albert – El Sentimiento Básico de Seguridad (I)