La historia que nos contamos…

Imagen de cabecera: Beckmann, Max. Antes del baile de máscaras.
Texto: Juanjo Albert.

Cuentan que un actor se identificó tanto con un famoso personaje, de una famosa obra de un famoso autor, durante tanto tiempo, que se olvidó de su persona y se hizo a sí mismo como a su famoso personaje, y como tal pretendió vivir. Cuentan que enloqueció, y desde su locura pudo ver la enormidad de la locura que había cometido creyendo ser su personaje. Dicen además, que luego continuo representando a su personaje y con más alma que nunca, y él, como persona, fue un actor de éxito. El problema, pues, viene a ser que nosotros somos el actor, el personaje y el autor, que nos inventamos la obra y, encima nos creemos famosos. Convertimos nuestra vida, las más de las veces ni siquiera en comedia o tragedia, sino en una mascarada ridícula, aburrida y llena de sufrimiento.

La historia que nos contamos, que intentamos creer y hacer creer, sobre nosotros mismos, cristaliza en una estructura corporal, emocional e intelectual a la que llamamos CARACTER, y que puede llegar a convertirnos en un rígido personaje que repite siempre el mismo papel, y que pierde el tiempo. Lo que es, es en el momento en que sucede, y si en ese momento está mi personaje y no yo, pierdo el tiempo ya que mi personaje no existe, puesto que es una invención; yo tampoco estoy, o estoy tan ocupado en el trabajo de controlar los engranajes del personaje, en el mejor de los casos, que no dispongo de atención para nada más.

Al final resulta que nada existe, ni el personaje porque es una invención, ni yo porque no estoy, ni lo que soy porque nadie se percibe de ello, ni el tiempo como consecuencia de una realidad que tampoco tiene posibilidad de existir. Nada. Vaya historia. Pierdo mi no-tiempo al no enterarme de lo que sucede en el momento que es.