Podemos callar la boca, pero el cuerpo no

Estoy convencido de que la esencia de la conducta es energía. La palabra sigue la razón, pero hay muchos campos de energía que llevan otros mensajes, a través de la emoción. Todo es más patente en nuestro cuerpo. Podemos callar la boca, pero el cuerpo no: está presente, se le ven las contracciones, el estrés y la deformación corporal. Poniendo atención a la falta de tono muscular, a la flacidez o a la gesticulación cualquiera puede tener una lectura de la persona que tiene en frente. Así el mensaje llega y se da por recibido y no hay posibilidad de escape. No hay posibilidad de no ser, de no ponernos en evidencia y de negar lo que somos. Entre más inconsciente sea este proceso, más estaremos invitando a la inmovilidad del paciente, a su deseo de no lucha. Si percibimos todo esto, nos daremos cuenta que el terapeuta no puede ocultarse, no puede ir en pos de la falsedad y considerar el qué dirán. No puede ocultar su ser. En todo esto está uno de los nudos ciegos de los terapeutas que utilizan técnicas de ocultamiento y disculpas de ética. La negación no es la disolución del conflicto sino su confirmación.

Una norma de oro a seguir es que quien cura es el terapeuta, no la escuela o la técnica, sino su actitud, su capacidad de entrega a la vida y de lograr la confianza de los demás, su esencia y no otra cosa. Claro que las técnicas son caminos, pero hay un momento en que se hace necesario soltarlas. Cuando entramos a los desiertos de los trabajadores profundos tenemos que quedarnos solos, contando únicamente con nuestros propios recursos. Y los medios son también las limitaciones, la desconfianza. Esos son recursos que el terapeuta debe usar y el paciente utilizar como una brújula. Esto no se dice, se siente insisto, se trasmite con la presencia.

Es innegable que uno diagnostica a través del razonamiento y que quizás esté bien establecido, pero todo esto es mental, intelectual… Sin embargo, el tratamiento lo va a hacer el inconsciente, el terapeuta como persona. Por eso tenemos que estar muy alertas: quién contesta, quién lleva la mano, quién indica, quién aconseja, a qué está invitando al paciente.

Guillermo Borja: La Locura Lo Cura